Los viajes sirven para cambiar el agua de la pecera.
Julio Cortázar

martes, 23 de noviembre de 2010

Zaragoza (Noviembre 2010)


Mi vuelta al rezo en El Pilar fue nostálgica. Pasé más de un minuto de rodillas en los bancos de la catedral maña. Volvía a Zaragoza diez años después. Me la encontré limpia, como casi todas las ciudades a las que no le rebosa el arte. Me recordó a Granada en su disposición. Un vetusto estadio remozado por dentro. Souvenirs a mansalva y las certezas habituales que me dejan las ciudades españolas no andaluzas. Mi identificación con un zaragozano es casi nula si no fuera porque hablamos igual y nos une El Corte Inglés. La principal vertebración de esta nación. A Zaragoza la noté tranquila y segura. Fría y lluviosa. Amable, pero distante. Una ciudad previsible y recomendable para mantener una vida monótona y apacible. Muy española y orgullosa de ello.
También les digo que les hablo del centro. Un intenso fin de semana en el Meliá Zaragoza ***** me guía en esta particular guía de viajes. Avenidas con bingos y hippies con bongos en solitarias plazas. Ley Antibotellón y aeropuerto discreto, pero funcional. Me imagino que la vida me llevará tarde o temprano allí de nuevo. Decente capital regional que parece que progresa.

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